viernes, 15 de agosto de 2025

¿Negociar la guerra sin el país en guerra? La encrucijada del silencio tras el encuentro entre Putin y Trump

 

El reciente encuentro entre Donald Trump y Vladimir Putin en Alaska fue presentado, según los propios líderes, como un intento de abrir un camino hacia la paz en Ucrania, pero paradójicamente sin la participación de Ucrania, demostrando de esa forma, la manifestación más clara de la paradoja que atraviesa la política internacional contemporánea, en la muchas veces, los verdaderos protagonistas de un conflicto son sistemáticamente marginados de la mesa en la que se deciden su destino.

La paradoja, desde esa perspectiva, se evidencia en el sentido de que se habla de una guerra que pertenece a Ucrania, de un conflicto que desangra a un pueblo que resiste en su propio territorio, y sin embargo las posibles salidas parecen depender de la conversación privada de dos potencias que no son parte directa del campo de batalla. La voz del país invadido queda marginada, como si fuera apenas un escenario y no un actor de su propia tragedia.

Definitivamente, desde nuestra perspectiva creemos que este silencio no es un gesto neutral. Encierra, por el contrario, una lógica de poder que recuerda que la diplomacia mundial todavía responde a equilibrios de fuerza, y que las decisiones fundamentales no emergen de los foros multilaterales ni de las voluntades colectivas, sino de la capacidad de negociar en los márgenes, entre bastidores, lejos de los reflectores.

El mensaje que se proyecta al mundo es realmente muy inquietante, porque mientras los medios intentan descifrar lo que pudo haberse dicho, mientras los mercados contienen la respiración, mientras la opinión pública mundial reclama claridad, Putin y Trump parecen haber devuelto al escenario global la vieja idea de que las guerras pueden decidirse sin los pueblos que las padecen.

Quizá ese sea el verdadero trasfondo de este silencio. La demostración de que la política internacional sigue siendo una partida cerrada, donde la transparencia es excepción y la opacidad se convierte en norma. Lo inquietante no es solo lo que se dijo a puertas cerradas, sino lo que se silenció de manera deliberada.

En tiempos de incertidumbre global, ese silencio pesa tanto como una declaración de guerra.


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