Hablar de Mariátegui, es hablar de un camino, de una
razón y de una fe. Mariátegui no es imparcial, ni neutral como muchos pretenden
ensalzarlo, he aquí, que él mismo hable “Mis simpatías no están con una nación
ni con otra. Mis simpatías están con el
proletariado universal. Mis simpatías acompañan del mismo modo al
proletariado alemán que al proletariado francés. Si yo hablo de la Francia
oficial con alguna agresividad de lenguaje y de léxico es porque mi
temperamento es un temperamento polémico, beligerante y combativo. Yo no sé
hablar unciosamente, eufemísticamente, mesuradamente, como hablan los
catedráticos y los diplomáticos. Tengo ante las ideas, y ante los acontecimientos,
una posición de polémica. Yo estudio los hechos con objetividad; pero me
pronuncio sobre ellos sin limitar, sin cohibir mi sinceridad subjetiva. No aspiro al título de hombre imparcial;
porque me ufano de lo contrario de mi parcialidad, que coloca mi pensamiento,
mi opinión y mi sentimiento al lado de los hombres que quieren construir, sobre
los escombros de la sociedad vieja, el armonioso edificio de la sociedad nueva”[1]. Así Mariátegui sigue y se
define en el camino del proletariado, usa el razonamiento del proletariado; el
materialismo dialéctico e histórico y Mariátegui tiene una fe, fe en la
construcción del socialismo aquí en el Perú y esta como parte de la
construcción del socialismo en el mundo; fe en la destrucción del capitalismo y
la creación de una sociedad realmente humana. Claro que Mariátegui existió en
una sociedad semifeudal y semicolonial de aquel entonces. Pero Mariátegui
propugnaba por la destrucción de la semifeudalidad y la semicolonialidad, no
para reemplazarlo por el capitalismo bajo dirección burguesa; sino por la
democratización de la sociedad peruana bajo la dirección del proletariado. Por
eso, afirma que “La crisis mundial es, pues, crisis económica y crisis
política. Y es, además, sobre todo crisis ideológica. Las filosofías afirmativas,
positivistas, de la sociedad burguesa, están desde hace mucho tiempo, minadas
por una corriente de escepticismo, de relativismo. El racionalismo, el
historicismo, el positivismo, declinan irremediablemente. Este es el indicio
más definido y profundo de que no está en crisis únicamente la economía de la
sociedad burguesa, sino de que está en
crisis integralmente la civilización capitalista, la civilización
occidental, la civilización europea…Presenciamos
la disgregación, la agonía de una sociedad caduca, senil, decrépita; y, al
mismo tiempo, presenciamos la gestación, la formación, la elaboración lenta e
inquieta de la sociedad nueva. Todos los
hombres, a los cuales, una sincera filiación ideológica nos vincula a la
sociedad nueva y nos separa de la sociedad vieja, debemos fijar hondamente la
mirada en ese periodo trascendental, agitado e intenso de la historia humana.”[2]Aquí se sobrentiende que
esa democratización bajo la conducción del proletariado deviene en construcción
del socialismo. Por eso nuestro gran amauta, la solución que plantea al
problema del indio, y con ello al problema de la tierra “La cuestión indígena
arranca de nuestra economía. Tiene sus raíces en el régimen de propiedad de la
tierra. Cualquier intento de resolverla con medidas de administración o
policía, con métodos de enseñanza o con obras de vialidad, constituye un
trabajo superficial o adjetivo, mientras subsista la feudalidad de los
gamonales”[3]. Es la entrega de la
tierra al campesino, y nos advierte que no es el alfabeto del blanco, ni su
cultura o muestras filantrópicas de algunos blancos que va traer la redención
del indio “No es la civilización, no es el alfabeto del blanco, lo que levanta
el alma del indio. Es el mito, es la idea de la revolución socialista. La
esperanza del indígena es absolutamente revolucionaria”[4]; sino la eliminación de la
servidumbre y con ella de la semifeudalidad, entregándole los medios de
producción, en este caso la tierra, al campesino indígena. ¡No olvidar! Que
este planteamiento era subversivo para aquel entonces, el orden de cosas de ese
momento lo veía peligroso; los terratenientes lo veían como al demonio que
quería destruir el orden divino.
Por
eso no se puede entender a José Carlos Mariátegui si alucinamos ubicarnos en un
punto imparcial, en un lugarcito que está por encima de las clases sociales.
Para entender a Mariátegui hay que tener una posición; la posición del
proletariado revolucionario, esto es sentir por los desposeídos, por los
miserables y hambrientos; en una palabra, por los explotados. En segundo lugar,
hay que tener una concepción del mundo, esa concepción es el marxismo; hoy
marxismo-leninismo-maoísmo, y en tercer lugar hay que tener un método, y es el
método dialéctico; que nos permite ver todo fenómeno en permanente desarrollo.
Cuando
hablamos de desarrollo, no lo estamos entendiendo como la pequeña burguesía lo
entiende o como los intelectuales ramplones y de panteón lo entienden: Para
luego cacarear diciendo que Mariátegui escribió para su tiempo; hoy, hay que desarrollar
nuevos pensamientos para nuevos tiempos dicen. Eso no son más que chácharas,
que vacuidades; al gritar así muestran solo su pereza mental para leer a
Mariátegui, su mediocridad de conocer de oídas la ideología científica del
proletariado, y solo con esas oídas quieren refutarlo.
Razón
tenía nuestro gran amauta cuando nos hablaba sobre los dogmas “La posición
marxista, para el intelectual contemporáneo, no utopista, es la única posición
que le ofrece una vía de libertad y avance. El dogma tiene la utilidad de un derrotero, de una carta geográfica:
es la sola garantía de no repetir dos veces, con la ilusión de avanzar, el
mismo recorrido y de no encerrarse, por mala información en ningún impasse. El libre pensador a ultranza, se condena generalmente
a la más estrecha de las servidumbres. Su especulación voltejea a una
velocidad loca pero inútil en torno a un punto fijo. El dogma no es un itinerario
sino una brújula en el viaje. Para
pensar con libertad, la primera condición es abandonar la preocupación de una
libertad absoluta. El pensamiento tiene una necesidad de rumbo y objeto.
Pensar bien es, en gran parte, una cuestión de dirección o de orbita”[5] hoy los que quieren
deshacerse de este pensamiento de Mariátegui, son aquellos que niegan la
existencia de la lucha de clases y su quintaescencia como diría alguien, la
dictadura del proletariado, cierran los ojos ante la realidad y no quieren ver
la existencia de la propiedad privada capitalista, niegan que la libre
competencia o la libertad comercial como lo llaman sus apologistas, lleva a la
concentración de la producción, lleva a la formación de los monopolios y hoy
mientras estamos hablando en este espacio; esa concentración, esa
monopolización es una realidad, aun a niveles mucho mayores que cuando estaba
vivo nuestro gran Amauta. Por eso decimos que en este aspecto Mariátegui está
vigente. Porque él ya nos hablaba de los monopolios, ya observaba al
imperialismo y la concentración de la producción, “El imperio no tiene todavía
muchas trazas de dominar el mundo con sus soldados; pero sí de dominarlo con su
dinero. Y un imperio no necesita hoy más. La organización o desorganización,
del mundo, en esta época, es económica antes que política. El poder económico
confiere poder político. Ahí donde los imperios antiguos desembarcaban sus
ejércitos, a los imperios modernos les basta con desembarcar sus banqueros”[6] así pues las bases
militares norteamericanas regadas por el mundo les dan la razón, la mayor
dependencia económica de los países de tercer mundo confirman a Mariátegui,
incluso los tratados de libre comercio hacen lo mismo, hasta las payasadas de
los países del grupo de Lima en su intentona de invadir Venezuela también
confirman el pensamiento de nuestro Amauta. Hasta para este aspecto de la
realidad, la solución que plantea, siendo esta única es la revolución
socialista y no las soluciones intermedias, así lo dice “Yo participo de la
opinión de los que creen que la humanidad vive un periodo revolucionario. Y
estoy convencido del próximo ocaso de todas las tesis social democráticas, de
todas las tesis reformistas, de todas las tesis evolucionistas.”[7].
Así lo mismo Mariátegui ya nos habla del
internacionalismo “El internacionalismo no es únicamente un ideal; es una
realidad histórica… un gran ideal humano, una gran aspiración humana no brota
del cerebro ni emerge de la imaginación de un hombre más o menos genial. Brota
de la vida. Emerge de la realidad histórica. Es la realidad histórica presente.
La humanidad no percibe nunca quimeras insensatas ni inalcanzables; la
humanidad corre tras de aquellos ideales cuya realización presiente cercana,
presiente madura y presiente posible. Con la humanidad acontece lo mismo que
con el individuo. El individuo no anhela nunca una cosa absolutamente imposible.
Anhela siempre una cosa relativamente posible, una cosa relativamente alcanzable”[8]; de su sello de clase, de
que existe una internacional burguesa y una internacional proletaria y eso no
es que sea ideales de alguien o algunos. Son realidades concretas, hechos
históricos como él mismo lo dijera y hoy a estas alturas el tiempo le sigue
dando la razón y nos muestra como también hasta en el mismo capitalismo, las
cosas se polarizan, los países toman posición en un bando y se enfrentan por
intereses y así continuará mientras haya capitalismo “¿Es posible el frente
único de la burguesía? Si; pero solo provisoriamente, solo mientras se conjuran
un asalto decisivo de la revolución. Después, cada uno de los grupos de la
burguesía trata de recobrar su autonomía”[9] eso estamos viendo en el
bloque chino – ruso por un lado y el bloque Estados Unidos – europeo por el
otro, hoy 2019 cuando están a punto de despedazarse en el caso venezolano.
Estos hechos también muestran la vigencia de José Carlos Mariátegui y más aún
la antesala de la tercera guerra mundial. Así lo mismo existe la internacional
del proletariado “… pero soy partidario antes que nada del frente único
proletario. Tenemos que emprender juntos muchas largas jornadas. Causa común
contra el amarillismo. Antes que agrupar a los trabajadores en sectas o
partidos agruparlos en una sola federación. Cada cual tenga su filiación, pero
todo el lazo común del credo clasista. Estudiemos juntos las horas emocionantes
del presente”[10]
que ayer como hoy se enfrentan al capital, a la burguesía y cada lucha del
pueblo en el mundo o en el Perú demuestra ello. Eso demuestra la lucha de los
chalecos amarillos en Francia, eso la lucha del campesinado mexicano,
colombiano, peruano que sin ser proletarios están dentro del frente único para
enfrentarse a un enemigo común, de igual modo la lucha de los estudiantes
chilenos o ciudadanos ingleses marchando en defensa de sus intereses.
Nuevamente estos hechos nos indican la vigencia del pensamiento de José Carlos
Mariátegui.
Non olvidar que Mariátegui también realiza análisis
sobre el fascismo, identificándolo como el ala más reaccionaria de la burguesía
“El fascismo para llegar al gobierno ha necesitado pisotear los principios de
la democracia, del parlamentarismo, socavar las bases institucionales del viejo
orden de cosas, enseñar al pueblo que el poder se conquista a través de la
violencia, demostrarle prácticamente que se conserva el poder solo a través de
la dictadura”[11],
también cuando dice “El fascismo se declara filo – católico. Mussolini mira en
la iglesia una fuerza de difusión de la italianidad en el mundo. La ideología
imperialista y reaccionaria del fascismo encuentra en la iglesia un instrumento
adecuado a sus fines”[12] que tiene que irse
incluso contra los propios principios burgueses; para salvar al capitalismo y
hoy irónicamente el fascismo de Bolsonaro acaba de tomar el poder en Brasil.
¿Acaso los países que se hacen llamar del primer mundo prácticamente no viven
solo con la aplicación del fascismo?, el mismo Estados Unidos y China ya son
fascistoides por no decir fascista, donde el verdadero poder lo tiene el
presidente.
Pero mientras vamos escribiendo estas líneas debemos
ser claros de que no somos quejones, de que no solo somos criticones, sino que
el proletariado y los seres que asumen su posición siempre han sido hombres de
acción “La actitud del hombre que se propone corregir la realidad es,
ciertamente, más optimista y pesimista. Es pesimista en su protesta y su
condena del presente. Pero es optimista en cuanto a su esperanza en el futuro.
Todos los grandes ideales humanos han partido de una negación; pero todos han
sido también una afirmación…Los que no nos contentamos con la mediocridad, los
que menos aún nos conformamos con la injusticia somos frecuentemente designados
como pesimistas. Pero, en verdad, el pesimismo domina mucho menos nuestro
espíritu que el optimismo. No creemos que el mundo deba ser fatal y eternamente
como es. Creemos que puede debe ser mejor. El optimismo que rechazamos es el
fácil y perezoso optimismo panglosiano de los que piensan que vivimos en el
mejor de los mundos”[13]
Como hombre de fe y como militante de una posición
definida Mariátegui también teoriza sobre el arte, asumiendo una posición
estética proletaria “la burguesía quiere del artista un arte que corteje y
adule su gusto mediocre. Quiere en todo caso un arte consagrado por sus peritos
y tasadores. La obra de arte no tiene, en el mercado burgués un valor
intrínseco sino un valor fiduciario”[14] así mismo “Pero la
ficción no es libre. Más que descubrirnos lo maravilloso, parece destinada a
revelarnos lo real. La fantasía cuando no nos acerca la realidad nos sirve bien
poco…La fantasía no tiene algo valor sino cuando crea algo real”[15]. Aplica el materialismo
histórico y nos dice que el artista es hijo su tiempo y no puede escapar a ella
“El artista que no sientes las agitaciones, las inquietudes, las ansias de su
pueblo y de su época, es un artista de sensibilidad mediocre, de comprensión
anémica”[16]
y refiriéndose a la actualidad nos dice que hoy, dos almas, dos pensamientos
están en el mundo, el pensamiento de la revolución y el pensamiento de la
decadencia “La distinción entre las dos categorías coetáneas de artistas no es
fácil. La decadencia y la revolución, así como coexisten en el mismo mundo,
coexisten también en los mismos individuos. La conciencia del artista es el
circo agonal de una lucha entre los dos espíritus. La comprensión de ésta
lucha, a veces, casi siempre, escapa al propio artista. Pero finalmente uno de
los dos espíritus prevalece. El otro queda estrangulado en la arena”[17]. Y esta misma realidad se
refleja en el cerebro de los artistas tal como él mismo lo dijera, donde
también pugnan entre sí, la revolución y la decadencia, quedando uno de ellos
aplastado y estrangulado. Esto se da a pesar de que en mucho de los casos ni
siquiera los individuos dueños de esos cerebros se dan cuenta de ello. Tal
pensamiento mariateguista podemos traerlo para referirnos a aquellos que hoy
creen estar por encima de la lucha de clases, a aquellos que creen tener sus
propios pensamientos. A ellos les decimos que mientras existan sociedades
clasistas como la nuestra, sus pensamientos no pueden escapar a esa realidad; y
se den cuenta o no, así lo quieran o no. Sus pensamientos necesariamente
responden a una clase social, a los intereses de una clase social. Por eso en
muchos casos vemos a los pobres defendiendo y admirando a los millonarios. A la
extrema pobreza apoyando al fujimorismo. Esto que estamos diciendo se liga lo
que ya también cuál adivino, nuestro Amauta veía lo que la prensa puede
realizar “Los periódicos pueden al exaltar al primer puesto a un artista
mediocre y pueden reflejar al último a un artista altísimo. La crítica
periodística sabe su influencia y la usa arbitrariamente. Consagra todos los
éxitos mundanos. Inciensa todas las reputaciones oficiales. Tiene siempre muy
en cuenta el gusto de su alta clientela”[18] la prensa que puede
volver santo al delincuente y delincuente al santo y al bueno. ¿Acaso eso ha
cambiado? Ese fenómeno se ha grabado. Por eso hasta en ese aspecto el
pensamiento mariateguista se vuelve vigente y el látigo de la realidad cae
sobre el rostro de los que quieren canonizar a Mariátegui para luego esconderlo.
Mariátegui no es hombre de palabra simplemente, tal
como él lo dijera palabra escrita y acción concreta, como combatiente del
proletariado desbordante de optimismo, participó de la creación de la central
obrera del Perú, Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) que bajo
lineamientos clasistas debería cumplir su jornada respectiva; de igual modo
dotó al proletariado de su vanguardia, creando el partido socialista del Perú,
esto por nombre porque en esencia este partido fue ligada a los lineamientos de
la tercera internacional, teniendo por ello la misión de realizar la
revolución, por eso decimos que más que socialista, lo que Mariátegui creó en
esencia es el Partido Comunista del Perú..